Recientemente se informó de que la juez Sheila Rappaport, del Tribunal de Distrito de Denver, triplicó la indemnización punitiva concedida por un jurado contra Qwest Communications a un antiguo trabajador, Andrew Blood, que quedó paralítico mientras trabajaba en uno de los postes telefónicos de Qwest: de 18 a 63 millones de dólares. También se condenó a Qwest a pagar 21 millones de dólares por daños compensatorios, con lo que el total concedido a Blood ascendió a 84 millones de dólares. Es la mayor indemnización por daños personales en la historia de Colorado.
Blood estaba terminando de trabajar en el poste cuando, debido a la putrefacción, éste se rompió a 15 centímetros del suelo y le hizo caer al vacío unos 7 metros. La caída le fracturó la columna y le paralizó de cintura para abajo.
¿Qué había hecho Qwest para despertar la ira del juez? Al parecer, la podredumbre del poste era el tipo de defecto que podría haberse descubierto mediante una inspección rutinaria, pero en el juicio se demostró que Qwest no sólo no había inspeccionado nunca el poste en el que trabajaba Blood, sino que, salvo contadas excepciones, ninguno de los postes de Qwest en todo el Estado había sido inspeccionado jamás. Por otra parte, incluso en los 3 años después del accidente de Blood, Qwest continuó sin inspeccionar, mantener y reparar su inventario estimado de 157.000 postes telefónicos en todo el país, dejando así a otros trabajadores en riesgo de lesiones personales graves o la muerte.
Véase un análisis más detallado de las pruebas del juicio aquí y aquí.
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